Los mejores restaurantes no solo quieren tener creaciones gastronómicas únicas, también quieren tener la mejor presentación y para ello es fundamental contar con una vajilla que sea exclusiva. Es por ello que muchos de los grandes chefs mundiales con estrellas Michelin buscan firmas de renombre o artesanos que se encarguen de crearles esos platos sobre los que colocar sus ingeniosas creaciones para que todo sea un conjunto y tenga un mismo mensaje.
En este punto entra en juego la protagonista de esta historia, Isa Boyd. Más bien, su imaginación para crear y la habilidad con sus manos para hacer realidad con un trozo de barro esas formas que pensó y plasmó sobre la libreta que le acompaña en su estudio. Una ceramista de familia gaditana alfarera a la que hasta hace unos años no le había llamado la atención esta profesión y que nunca pensó que algunas de sus creaciones pudiese terminar en este tipo de espacios gastronómicos o en desfiles de moda de grandes creadores.
Tras llegar desde Fuengirola a Ronda para estudiar Enfermería, enamorarse de la ciudad y del que sigue siendo su marido, su trabajo como sanitaria la llevó durante muchos años a vueltas por diferentes partes del mundo y de España. No obstante, según ha explicado, no terminaba de encontrarse a ella misma y decidieron regresar a la tierra en la que se conocieron y en la que sus suegros, ya mayores, seguían viviendo.
Fue entonces cuando decidió apuntarse a clases de cerámica buscando una distracción y algo que le llenase internamente. Aquello fue como un flechazo a primera vista y quedó enamorada de aquella forma de crear sobre la que su padre y su abuelo le habían contado mil historias de pequeña aunque para ella habían pasado desapercibidas en aquel momento de su niñez.
“La cerámica me agarró y ya nunca le soltó”, ha indicado Boyd (nombre artístico que toma del apellido de su marido como homenaje), que tras aquello decidió profundizar en sus técnicas mediante clases particulares con otra ceramista afincada en la ciudad. Además, el marido de ésta, pintor de profesión, también le enseñó a dominar otra de las partes creativas importantes para un alfarero como son las pinturas y los esmaltes para la decoración de las piezas.
Fue en ese momento cuando llegó la pandemia y se encontró encerrada en casa, con un torno y un horno de cocción recién comprado y mucho material para trabajar. “Me puse a practicar, hice muchas cosas y decidí crear una cuenta de Instagram para mostrar mis trabajos con la agradable sorpresa de que recibí muchos elogios y aquello me hizo motivarme”, ha explicado.
Unos elogios que le animaron a seguir creando y buscando ese yo interior que cubriese el hueco que tenía en su interior. Había encontrado una actividad que le llenaba completamente. Fue en ese momento cuando recibió su primer encargo para colaborar con varias piezas exclusivas en la muestra de una conocida diseñadora.
Tras ello, cuando pensaba que sería algo puntual, fue el chef Benito Gómez, dos estrellas Michelin, el que se puso en contacto con ella y tras visitar el taller decidió apostar por ella y encargarle algunos de los platos que utiliza para presentar algunas de las creaciones gastronómicas que forman parte de su reconocido menú degustación. “Ir a un restaurante así y ver allí tus platos fue muy emocionante”, reconoce Boyd.
Por aquellos entonces también había otro chef, Pedro Aguilera, que en aquel momento todavía era un desconocido para el gran público pero que ya comenzaba a sonar en el mundillo gastronómico como una de las jóvenes promesas españolas, al que también había llamado la atención su trabajo y la contactó. Varias piezas de decoración y los posa cubiertos fueron aquel primer encargo que todavía hoy forman parte de la decoración y que acompañan a sus comensales durante su recorrido gastronómico en un discreto plano sobre los manteles.
Ahora, al pasar unos años y tener su primera estrella Michelin, Aguilera le volvió a su taller para buscar nuevas creaciones, aunque en este caso se trata de un trabajo mucho mayor. Un proceso creativo en el que se encuentra inmersa en estos momentos y que dará a la luz varios diseños de platos únicos.
«Ellos no me han pedido nunca exclusividad, pero por respeto a su confianza son creaciones que solo las hago para sus restaurantes», ha señalado. “He tenido la suerte de conectar con Benito y con Pedro, ellos me han dejado esa libertad creativa que necesito para poder darles lo que ellos querían”, ha continuado.
Y es que considera que ese es un aspecto muy importante, conectar con aquellas personas que le hacen los encargos y ver que están en una misma sintonía.
Algo a lo que también considera que le ayuda que no sea su actividad principal. “En la cerámica encuentro ese refugio en el que desconectar de mi día a día y dejar rienda suelta a mi imaginación para crear con mis manos”, dice Boyd, que asegura que cada pieza le habla en este proceso y le va diciendo cómo quiere ser. Y es que en la actualidad, esta ceramista que cautiva a chef y diseñadores, sigue desarrollando con normalidad su trabajo como jefa de recepción de un conocido hotel rondeño al que se incorporó tras volver a la ciudad del Tajo.
Este cree que puede ser otro de los secretos a la hora de elaborar sus piezas. «Quizás si fuese mi actividad profesional principal no tendrían esa libertad de imaginación creativa», ha apuntado.
Eso sí, este hecho hace que sus colecciones no se encuentren a la venta y tampoco acepta encargo de particulares, por lo que serán siendo productos muy exclusivos que nos tendremos que contentar con contemplar si acudimos a alguno de estos restaurantes o alguno de los eventos con los que colabore. Eso sí, con la pequeña excepción de la tienda de cacao de Agostina Urbinati, en la que se pueden adquirir unos pequeños vasos para tomar este producto una vez preparado.