Milamores cumple diez años contando el mundo del vino de la Serranía de Ronda a los visitantes y llevándolo fuera de sus límites con la realización de catas. Una empresa rondeña que nació entre las dudas sobre su viabilidad entre muchos de los que conocieron sus inicios, como reconoce su responsable, Antonio Martínez: «Casi nadie creía que una empresa dedicada a hacer catas pudiese tener futuro».
En la actualidad cuenta con cinco empleados dedicados a contar la historia de una zona productora relativamente joven pero que tiene un paso ligado al vino que se remonta a la época de los romanos.
Gestionan las visitas de las bodegas Badman, Lunares, La Melonera y Schatz, aunque la experiencia que se vive en ellas durante la visita va mucho más allá y se busca que se obtenga una visión del conjunto de la forma de trabajar y producir vino que se tiene aquí. «Nosotros creemos que lo importante es el destino, que nuestros clientes se enamoren de él y de su forma de trabajar, no se trata simplemente de beber vino, para eso están los bares y los restaurantes que lo hacen muy bien y te pueden dar una explicación rápida», señala Martínez.
Por ello durante sus experiencias se visita el viñedo, las instalaciones de la bodega y se explica el pasado y presente de un sector pujante en la comarca que tiene muchas particularidades. «Cuando conoces su historia te enamoras del vino, te puede gustar más uno u otro, pero se crea una imagen de que es un producto nuestro», apunta.
Martínez se muestra muy satisfecho con la trayectoria de su empresa, señalando que «estamos muy contentos con la evolución, ahora todos los días tenemos visitas, todos los días tenemos catas».
«Creo que hemos conseguido en este tiempo aficionar a la gente a las catas de vino y, lo que es más importante, situar al vino como un producto para el disfrute y que sea un producto de ocio», afirma Martínez.
Ahora son muchos los pueblos que les llaman para ofrecer catas de vino como una actividad de entretenimiento para los vecinos y grupos de amigos que se reúnen alrededor de una mesa para probar los vinos de la Serranía.
En cuanto a la situación general del sector en la Serranía, asegura que «lo veo bien», aunque reconoce las dificultades que tienen que enfrentar estas pequeñas bodegas para sobrevivir en un mercado con mucha presión externa de grandes bodegas.
«Los vinos de Ronda son baratos»
«Tenemos una producción pequeña, nuestros vinos no son caros, son baratos, lo que pasa es que están en una gama más alta a la gama más económica», señala.
Martínez tampoco duda a la hora de definir los vinos rondeños como de «mucha potencia, intensidad y color», aunque si algo destaca por encima de todo es que «hay mucha artesanía«.
Sobre otra de las etiquetas que algunos han colgado sobre ellos al considerarlos como muy fuertes, también es claro: «No son fuertes, son potentes, concentrados, estos son los complicados de hacer, si quieren igualarlos con los otros tan solo tienen que echarle agua».
También se muestra muy optimista con la ampliación de referencias que se está realizando con la realización de bajo velo de flor o espumosos. «Me parece fantástico todo lo que sea ampliar el abanico», apunta Martínez. Un hecho que atribuye a que en la zona se concentran una gran cantidad de enólogos jóvenes y con experiencia que tienen ganas de seguir creando e innovando, algo de lo que se está beneficiando la comarca. Eso sí, cree que todavía es necesario ampliar la gama de blancos existente.
Sobre el futuro de Milamores también se muestra rotundo, señalando que «no pienso cambiar nuestra filosofía, nosotros estamos para potenciar el conocimiento del vino y de la zona porque creo que por aquí pasa el futuro, la gente quiere vivir experiencias«. Además, asegura que cuando se le pone cara a las viñas, al bodeguero y a los vinos se les valora mucho más. «Nosotros trabamos para que la gente se marche con la sensación de que se lo pasó bien, que conoce al bodeguero, aquello que le gusta, lo que no y qué le lleva a hacer sus vinos de una determinada manera», explica.
En cuanto a los elogios que reciben por su ayuda a la difusión de los vinos rondeños, se muestra prudente, señalando que «cualquier piropo se agradece, pienso que nuestra contribución es que yo creo en el destino más allá de las cuatro bodegas que nosotros gestionamos». Eso sí, apunta que «no creo que sea el que más hice, hay mucha gente que hizo mucho, las propias bodegas con su trabajo y sus distribuidores, sin olvidarnos que sin buen vino poco puedo hacer yo».
Momentos de los vinos
¿Qué le pide a un vino?
Que me emocione. Que me diga algo. El vino es un experiencia. No puede ser solo beberlo para que pase y moje. Además se debe tener tener buena compañía para tomarlo.
¿Cuándo pondría un blanco?
Casi siempre. En mi caso, como a mi mujer no le gusta el tinto, siempre ponemos blanco aunque yo soy más de rosado.
¿Y los todavía denostados rosados?
Son de mis vinos favoritos. El rosado es frescura, juventud y alegría. Soy un enamorado de los rosados y para empezar y animar me parece un vino fantástico, tiene mucha acidez y abre las ganas de comer. Aquí tenemos rosados que son una maravilla.
¿Los espumosos para cuándo?
Como los rosados antes de comer o empezando la comida con los primeros platos o aperitivos. También tienen mucha acidez y abren las ganas de comer, nunca al final cuando ya el estómago está generando mucho ácido porque lo que hacemos es meterle mucho más.
Quedan los tintos…
Evidentemente con platos con más consistencia. Hay que conseguir encontrar el equilibrio entre la comida y los vinos.