Ronda cuenta con un rico patrimonio cultural y natural que hacen que sea uno de los principales destinos de interior de Andalucía. Una pequeña ciudad que vive momentos de la mañana en los que existe una gran afluencia en los alrededores del Puente Nuevo y las calles más llanas en las que se concentran los grupos organizados de visitantes con sus correspondientes guías. Es el momento de desviarse de estos circuitos más concurridos y dirigirse hacia zonas en las que predomina la tranquilidad como los alrededores del barrio de Padre Jesús y las proximidades de la Casa del Rey Moro o el Palacio del Marqués de Salvatierra. Es una de las zonas más desconocidas de la ciudad a la que no llegan los grandes grupos y en la que se encuentran algunos de los monumentos más destacados. Baños Árabes, los puentes viejo y romano, la fuente de los ocho caños, el propio Tajo, los Jardines de Cuenca, murallas o la mina escondida de la Casa del Rey Moro que permite acceder hasta el cauce del Río Guadalevín.
Eso sí, nuestro refugio de las zonas más concurridas conlleva un esfuerzo físico por sus calles más empinadas. Es en este punto cuando debe entrar en juego la gastronomía local para reponer fuerzas. Si ascendemos hacia el centro de la ciudad por la calle Los Remedios encontraremos una de las joyas gastronómicas más auténticas como es el bar Lechuguita (solete Repsol) con tapas a un precio de 1,20 euros en la gran mayoría.
Prácticamente inalterado, en su interior se produce la mezcla entre los clientes de toda vida que se siguen tomando allí su cerveza con tapa y los llegados desde cualquier rincón del mundo. Incluso aquellos que llegan desde Asia lo hacen con el boleto para seleccionar las tapas traducido y así saber perfectamente lo que tienen que elegir. Muchos de ellos optan por tomar una gran variedad de las tapas disponibles.
Allí se puede consumir hasta 31 tapas a precios de 1,20 euros, a lo que deben sumar la bebida. Casi siempre está lleno, por lo que es recomendable acudir con tiempo. Su bollito de pringá es legendario. Albóndigas, carrillera, chorizo de Ronda, serranito, tortilla de patatas, queso de cabra con frambuesa…, sin olvidarnos la popular lechuguita que da nombre al local. El fundador solía acompañar los pescados con una hoja de lechuga aliñada, pero con el paso del tiempo el pescado subió de precios y solo quedó el acompañamiento en forma de tapa.
En sus paredes se puede recorrer la historia de este bar en imágenes del recuerdo. Allí, en mitad de todas ellas el cuadro que recuerda que estamos en un local distinguido por la guía Repsol con un Solete, aunque aquí no le dan especial importancia a este hecho, siguen haciendo su trabajo de la misma forma que sus padres les enseñaron.
