José Manuel Vetas fue uno de aquellos pioneros que iniciaron la recuperación de los viñedos de Ronda que habían desaparecido tras la plaga de la filoxera que acabó con la importante producción vinícola de la Serranía. En su caso, llegó desde una bodega de Burdeos al cortijo Las Monjas para ponerse el frente del proyecto impulsado por el príncipe Alfonso de Hohenlohe por petición expresa. «Me enteré que el proyecto salía adelante y cuando pregunté me dijeron que si me interesaba, dije que sí, siempre me gustó mucho España», señala Vetas.
Así comenzó su andadura junto a un compañero francés en tierras serranas en el año 1991, aunque aquel desembarco no fue fácil en los primeros momentos. «Estuvimos diez días y nos tuvimos que marchar porque aunque decían que en Andalucía no llovía aquello era un torrente todos los días», recuerda José Manuel.
Tras regresar en marzo lograron iniciar el trabajo y plantar las diez primeras hectáreas en esta conocida finca que en aquellos años estaba en boca de todos, en especial, de la jet set de Marbella por aquel proyecto del príncipe de crear vinos tintos en Ronda.
Una aventura que se prolongó hasta el año 2014, aunque para entonces ya había plantado su pequeño viñedo del que hoy se nutre su propia bodega para poner en el mercado diferentes referencias bajo en nombre Vetas.
Al principio no quería entrar en este negocio porque conozco lo complicado que es
Fue en el año 1999 cuando un grupo de rondeños viajó hasta Francia para conocer el mercado del vino el funcionamiento de las bodegas. Aquel viaje fue la antesala del renacimiento de los viñedos de la Serranía con la plantación en los años siguientes de un número considerable de hectáreas. Precisamente, Vetas colaboró con algunos de aquellos primeros viticultores en la puesta en marcha de sus proyectos. «Aunque yo no quería entrar en este negocio al principio porque conozco lo complicado que es, me dijeron que yo que había colaborando tanto tenía que estar también y al final planté una hectárea», explica.
Eso sí, desde un primer momento tenía claro que con una extensión de terreno tan pequeña tendría que recurrir a vinos de alta gama para poder tener una oportunidad en un mercado tan competitivo. «La verdad que tuvimos mucha suerte porque aquí tenemos un gran terreno para hacer grandes vinos», señala.
Un trabajo que se prolongó hasta el año 2020, fecha en la que sus hijos tomaron el relevo de este precursor de los vinos rondeños y garantizar así la continuidad de una de las bodegas más antiguas de la Serranía y que cuenta con un importante prestigio en el mercado.