Kieninger, el ingeniero que siempre quiso ser agricultor

Martin Kieninger es uno de aquellos primeros impulsores de la recuperación del sector del vino en la Serranía de Ronda. Un integrante de aquel segundo grupo que siguió los pasos de Federico Schatz y José Manuel Vetas, que fueron los dos primeros en plantar viñedos en la zona tras ser un cultivo al que muchos agricultores se tenían pánico debido a las historias que habían llegado hasta sus tiempos por la plaga de la filoxera que acabó con las miles de hectáreas que había en la comarca.

Perdido el pánico inicial un segundo grupo de amantes del vino, locos para la mayoría, decidió a apostar por un sector que hoy es una de las industrias gastronómicas pujantes de la Serranía y que se encuentra en pleno crecimiento con más de una veintena de bodegas.

Eso sí, Kieninger había llegado bastantes años antes a la zona atraído por un anuncio que vio en un revista de bioconstrucción y en la que se hablaba de un pueblo bioecológico. Curiosidades de la vida, tras aquel anuncio se encontraba el teléfono de Federico Schatz.

Tras años dedicado a la bioconstrucción desde el estudio que instaló en Ronda, la crisis de la construcción en 2008 llevó Martin Kieninger o tomar la determinación de cerrar el capítulo de la inmobiliaria y apostar por hacer realidad el que había sido su sueño cuando ayudaba de pequeño a su tío en la granja que tenía en Austria, ser agricultor.

Para entonces en su interior, debido a su relación con Schatz que ya estaba de lleno dedicado al vino, había anidado el interés por este mundo y decidió plantar una primera hectárea de viñedo y sumarse al grupo de los ‘locos’ en los que había una mezclada de agricultores locales, inversores extranjeros y amantes del vino que no estaban vinculados a este mundo.

«Lo teníamos todo en el mismo lugar», recuerda entre risas Martin mientras señala a la pequeña zona de la hoy bodega en la que tenían que realizar todas las tareas para elaborar aquellos primeros vinos, para lo que se apoyó en el asesoramiento de enólogos como el propio José Manuel Vetas, un joven Simbad Romero o Manuel María López, entre otros.

«Yo sabía desde pequeño que quería ser agricultor, estar vinculado a la naturaleza, aunque no sabía muy bien cómo sería», reconoce Kienenger, que hoy posee tres hectáreas de viñedos con las que produce entre 12.000 y 15.000 botellas al año. «Ahora nos permite vivir bien y dar algunos puestos de trabajo», dice, al tiempo que destaca el trabajo que está realizando su pareja, Araceli Guerrero en el ámbito del enoturismo. Y es que es otro apartado de las bodegas en la comarca que está experimentando un importante crecimiento y que ya emplea a un grupo considerable de personas. Un auténtico escaparate para los vinos rondeños que han logrado abrirse un hueco en tan competitivo mercado pese a seguir siendo una región productora muy pequeña con respecto a otras zonas de España.

En cuanto a sus vinos, pese a la pequeña producción, han logrado entrar en algunos de los restaurantes más selectos, en especial, aquellos de gama alta como su malbec o pinot noir.

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